25.8.05

Cambio de planes

Odio los cambios de planes de último momento
la desestabilización emocional
el no mirarme que te describe
el no saberme que te acompaña
el olor a humo que queda en la mezcla
de desvelo y alcohol
de oscuridad y tormento sonoro
y la sequedad al despertar.
Odio el hacerse viejo o sus costumbres
la intolerancia que me describe
el silencio que te otorgo cuando no debo
y el tantas gotas de hablar de mas.
Como cansa este cansancio de cansarme
cuando el tiempo me demora en una ausencia
que no busco aunque lo quiero
que no encuentro y que no puedo
y esta huida a toda costa
del contrapunto meritorio y mentiroso
que decae desde el cielo
al cerrar los ojos
y ver mas allá de las paredes
que la vida te arrebata los sentidos
y te hace correr.
A veces creo que todo va bien
hasta que ese instante de inconstancia
que me ataca de repente
con los ojos tapados y oscuros
me demuestra que lo bueno es a veces
en ese tiempo
en que lo quiero ver.

Deseos

Con el paso de los años vamos dejando de creer en esas cosas “ilusorias” que llenan -un poquito- de fantasía y entusiasmo nuestros días. Esos señores gordos y con barba no son mas que viejos canosos que estorban el camino con su paso lento. Las estrellas fugaces se convierten en un estudio interesante de los astros y del cosmos, pero no por eso algo maravilloso. Y el fuego de los cumpleaños, una molesta costumbre que hay que cumplir, soplar con cara de tonto unas velitas sobre una torta, seguido de la infaltable pregunta ¿pediste los 3 deseos??. El enorme arcón donde resguardábamos nuestras municiones para hacer sapitos, se ve transformado en una bolsa de comercio en banca rota, que nos pellizca el estómago, y ni hablar de la cabeza. Transportarse sobre 2 ruedas con pedales se tornó en una molestia, no en una intrépida aventura. Las chicharras son unos bichos insoportables, los altos yuyales una mugre, un charco de barro un obstáculo y la siesta la hora de dormir. Las latas no se coleccionan, mas que en un basural. Los dibujitos son víctimas del zapping. Los edificios tienen ascensores, no ramas. Y los monstruos nocturnos pierden su empleo, sin hablar de su cómodo lugar bajo la cama.
Ahora bien... Hoy me di cuenta que no todo se pierde –por suerte- aunque tampoco se muy bien por cuanto. Un bichito diminuto se apareció junto a mi mano, y entre cálculos de horarios, y de cuentas por saldar, me bajó del cielo un silencio interno, sólo un par de segundos para pensar en qué deseo, sin perder los nervios por el paso del tiempo –que no sabe de relojes- antes de que decida volar hacia otro punto. Mientras despacito, lo depositaba sobre el suelo, me vino a la cabeza una fecha de nacimiento, un par de responsabilidades y la estúpida incomodidad de que nadie se haya dado cuenta.
No sé que tendrá de raro una vaquita de San Antonio, pero espero cruzarme una a diario, y aprender de alguna forma, a descubrir de a poco, la forma silenciosa en que me cuente, si mis 3 secretos, se harán realidad.

.Tenue.

De repente se acordó todo lo que había pasado. Miró a su alrededor, y el vació lo inundó todo, oscureciendo el afuera y apagando el adentro. Las puertas abiertas daban a la nada, esa en la que muere cada día su pasado. Caminó cabizbajo hacia la sala, mordiéndose los labios, creyendo que el aire le cortaba la garganta.
Atardecer, anunciaba el reloj en su muñeca. Pero el viento le traía la noticia de que la guerra comenzaba fuera, donde el humo de los autos postergaba la inocencia para la juventud de años después. Los pulmones abarrotados de temores se vaciaron con un golpe, que la conciencia lanzó alarmada al ver sus ojos, sin su gris. Cayó de rodillas sobre el techo, y las lágrimas comenzaron a recorrer su rostro, subiendo lentamente, hasta colarse por entre sus pupilas, borrando su visión, cegando sus latidos, temiendo lo peor.
Al parecer eran flores. Haciendo círculos con la yema de los dedos, hasta se hubiera arriesgado a decir que eran margaritas. Azules. Pero su cabeza reposaba sobre una piedra. Se incorporó despacio, y vio que no estaba equivocado. El prado llegaba hasta el horizonte, de rojo fuego. A un costado descubrió un bosque, oscuro, lleno de secretos. Tranquilo, tomó aire para gritar, pero los cuervos anticiparon su intención y escaparon de los árboles, hacia el sol. Los ojos le pesaron de golpe y todo comenzó a girar.
El café estaba caliente, pero el vapor le daba fuerzas. Las vigas del techo lo asustaron, su reluciente brillo daba miedo. En la bandeja sobre sus piernas no había azúcar. Ni cuchara. Ni nada para comer. Sólo café. El estómago le hacía ruido, y las manos no soltaban la taza, aunque los dedos ardían. Todo era muy confuso. Una sombra, borrosa, apareció por la puerta. ¿Quien sos? Atinó a preguntar, pero sus labios estaban sellados, y su lengua seca. La sombra brilló haciéndolo cerrar los ojos. Cuando el blanco comenzó a desaparecer, todo había cambiado. El techo ahora era blanco, las ventanas estaban abiertas, y las cortinas se movían con la brisa. Sus manos estaban vacías, y de su boca nació un bostezo. El reloj sonaba en silencio. Las pestañas tomaban volumen, mientras se incorporaba sin fuerza. La puerta se abrió con el viento, crujiendo suavemente, y del otro lado pudo ver un cuadro, una mujer llorando rodeada de flores, en un atardecer gris. De repente se acordó todo lo que había pasado. Miró a su alrededor, y el vació lo inundó todo, oscureciendo el afuera y apagando el adentro.

Tu nombre y el frío

Un descuido clavó tu aroma en el aire.
Caricias y pestañas zumbaron a mi lado
y mi muñeca quebró un llanto
al mirarte sin querer.
Cuando recuerdo los anoches
en mañanas rutinarias
la cordura pierde peso e incomoda
la agonía pende de un hilo
que sale de tu voz
como un río de palabras
encaminando mi plegaria
soslayando mi conciencia
inundando mi padecer.
Me siento bien, dirás
te eché de menos, diré
las sombras apagarán su encanto
y las velas tendrán frío
mi rostro tendrá tus ojos
y tu nombre morirá conmigo.

Huida sin tiempo

Encanto divino
huida sin tiempo
te encuentro en mis manos
dibujada en colores
y el mar derrama arena
sobre mis pies
y el aire me quema la piel
mientras la sal me da de beber
amargando al sol
que destiñe tu rostro
y oculta momentos
sosteniendo plegarias
en el estanque a tu lado
convertido en cenizas
al caer la luna
la noche ahogada
en que me quité las espinas
del pasado cercano
y miré hacia el mañana
donde estaban tus ojos
y me perdí en el tiempo
me tatué el silencio
y comencé a correr.

2.8.05

Mi suerte

Necesito un número de suerte
que se escriba como tu nombre
y un trébol de cuatro hojas
que tenga tu sonrisa
para calmar los silencios
borrar el cansancio
y encontrar la calma a esta ironía
dormitando el anhelo impuro
que hoy
me muerde los pies.
Necesito hallarte al pie del arcoiris
y un conejo con cola
que me mire con tus ojos.
Quiero la suerte de tenerte
y olvidarme esta inconciencia
y perderme en las estrellas
que brillan en tu cuerpo
que duermen mis sentidos
que me hacen respirar.
Necesito
que seas mi suerte.