25.8.05

Deseos

Con el paso de los años vamos dejando de creer en esas cosas “ilusorias” que llenan -un poquito- de fantasía y entusiasmo nuestros días. Esos señores gordos y con barba no son mas que viejos canosos que estorban el camino con su paso lento. Las estrellas fugaces se convierten en un estudio interesante de los astros y del cosmos, pero no por eso algo maravilloso. Y el fuego de los cumpleaños, una molesta costumbre que hay que cumplir, soplar con cara de tonto unas velitas sobre una torta, seguido de la infaltable pregunta ¿pediste los 3 deseos??. El enorme arcón donde resguardábamos nuestras municiones para hacer sapitos, se ve transformado en una bolsa de comercio en banca rota, que nos pellizca el estómago, y ni hablar de la cabeza. Transportarse sobre 2 ruedas con pedales se tornó en una molestia, no en una intrépida aventura. Las chicharras son unos bichos insoportables, los altos yuyales una mugre, un charco de barro un obstáculo y la siesta la hora de dormir. Las latas no se coleccionan, mas que en un basural. Los dibujitos son víctimas del zapping. Los edificios tienen ascensores, no ramas. Y los monstruos nocturnos pierden su empleo, sin hablar de su cómodo lugar bajo la cama.
Ahora bien... Hoy me di cuenta que no todo se pierde –por suerte- aunque tampoco se muy bien por cuanto. Un bichito diminuto se apareció junto a mi mano, y entre cálculos de horarios, y de cuentas por saldar, me bajó del cielo un silencio interno, sólo un par de segundos para pensar en qué deseo, sin perder los nervios por el paso del tiempo –que no sabe de relojes- antes de que decida volar hacia otro punto. Mientras despacito, lo depositaba sobre el suelo, me vino a la cabeza una fecha de nacimiento, un par de responsabilidades y la estúpida incomodidad de que nadie se haya dado cuenta.
No sé que tendrá de raro una vaquita de San Antonio, pero espero cruzarme una a diario, y aprender de alguna forma, a descubrir de a poco, la forma silenciosa en que me cuente, si mis 3 secretos, se harán realidad.