20.3.05

Él, como uno mismo

Él salió corriendo esa mañana hacia la luz que se escondía en un manto oscuro en su conciencia.
Ella dormía tranquila en la orilla de un estanque verdeclaro, perfumado con fragancias recelosas, adornado con el humo de su piel.
Él tropezó cegado por la luna con el rostro malgastado de una rosa entristecida.
Ella despertó de su consuelo presuroso esa mañana, y con calma, abrió sus ojos.
Él perdió la vida en ese instante en el estanque en que la muerte se convirtió en poesía.
Ella giró su cara al horizonte más lejano, y volvió a dormir su calma, despertando en cada sueño en el que él ya no era el dueño.
Él yace enterrado en la rutina de una vida decorosa.
Ella se rutina descuidada a donar muerte en cada esquina de sus labios.