11.3.05

Artesana del dictamen

Ponme la sangre en remojo

y amolda cada hueso de mi cuerpo a tus entrañas.

Barnízame la piel con aguarrás de tus caricias

aceita mis heridas

y atornilla mis pesares.

Que vos sos carpintera de mi vida

y arreglas cada instante de mi tiempo.

Que sos cirujana de mis sueños

y esculpes los aromas de mi cielo.

Pero déjame

que quiero valerme solo, sin tus besos.

Que quiero volar sin alas en mi pecho.

No tapes mi pasado con tu presencia.

No pintes acuarelas en mis negros.

Quiero renguear la vida despacito

y solitario pesareo mis antojos.

Aunque...

Reconozco el vacío de mis ojos

sin los tuyos que me guíen los senderos

y conduzco arrebatos tempestades

y flaqueo sin el muro que es tu cuerpo.

Que el pulso de mi reloj se ha atrasado cuatro besos con tu corazón.

Que hoy perdí la sintonía en dos frecuencias del arrullo de tu voz.

Pero...

¿qué es esto?

¿me condeno a ser el siervo implorante de una especie subalterna de mi cuerpo?

¿me permito ser un tonto enmascarado de ilusiones, sólo por un beso?

¿me oculto infimesas cotidianas a la grandeza de su alteza dictadora de humedades?

¿amanezco firmemente en pie de guerra contra el mundo que rodea sin cuidado tu belleza?

Y sí...

Soy un gladiador enceguecido que pelea a mano alzada contra todo,

que es tu imperio.

Y este es mi entierro.