20.3.05

De cómo el círculo se cierra cuando quedan puertas abiertas

Dos caballeros engalanados se dirigen presurosos al encuentro silencioso de su muerte. Uno encarna la textura estrepitosa de la ruina, con traje negro y camisa roja, y de sombrero una corona de espinas.
Otro sólo es un simple siervo, de los deseos decorosos de una mujer despampanante, irrespetuosa, que lo dirige en línea recta hacia la ruina.
La ruina apresurada por llegar a su destino se aventaja quince pasos de la gloria de la muerte, que se oculta temerosa en matorrales blanquecinos.
Su silueta ya cansada de esconderse asoma triste, con la rabia reprimida de volver a su rutina, obscena, gris, puerca.
Un simple siervo obedece a los deseos de quien ha de decidirle su destino, y se convierte en vida, y renace en tus pupilas.
Otro caballero venturoso y arriesgado no conoce los caminos y las puertas del abismo, y al doblar la esquina se cruza con tus ojos, y conoce la muerte.