17.3.05

Él, quizás

Era tarde en el temprano desconcierto de su calma.
Él salió a caminar por las paredes de su cuarto,
a pensar en la agonía del desierto.
Se perdió en el blanco granulado conviniendo un tratado con su inverso.
Dejó de ser un simple átomo en la cuesta del descenso
y aún así nunca lo vi oscurecer el resplandor.
Despertó llorando entre sus mantas,
cobijado en el abrigo del pasado.
Nunca supo imaginar un cielorraso de colores misteriosos.
Lavó su pena en corrientes con un gusto oxigenado.
Secó su tiempo en las cortinas del ayer.
Cambió su ropa por gastados adoquines de cemento.
Tiñó su pelo de congojas y desorden,
comió del plato desangrado del invierno.
Bebió el jugo de las cenizas de su llanto.
Corrió desnudo por las calles de una cuarta dimensión.
Clavó una estaca en los pulmones de un veneno imaginario.
Rezó una canción de Silvio y tomó fuerzas para adentro.
Abrió sin miedo las puertas de tu pecho,
y estalló.