10.8.16

Presagio de una noche sin destino

Con el cuerpo cansado por motus propio y la noche encendida en su propio brillo, caminó consciente de cada paso, aunque aturdido por la distancia, el frío y el desamor.
Recorrió paredes, montañas, mares y migajas, y sólo vió que el cielo guía cuando no hay norte, que el río grita cuando uno calla, que el viento sopla cuando se elevan velas y alas.
El día lo alcanzó sonriendo, pensando en que todo sueño ha de recordase en algún momento, que la calma nocturna se parece a su corazón cuando no lo escucha, que la arena en sus zapatos es sólo el eco de lo que fue dejado en el camino.
Así encaró su rumbo, sin rumbo, y miró el sol, quedó ciego, y disfrutó.