10.8.16

Encuentro de domingo

La miró pudoroso al conocerla, 
bajando la mirada y mirando al cielo,
al cielo celeste como sus ojos celestes,
brillante como sus ojos celestes brillantes.
Sabía que cada palabra definía un todo o nada,
era una delgada línea,
delgada como su figura delgada,
potente como su figura delgada potente.
Cuidó cada susurro y cada gesto,
calmando la ansiedad de ese momento,
tenso como su pulso tenso,
ardiente como su pulso tenso ardiente.
Y quiso decirle tantas cosas,
que quedó en silencio absoluto,
mudo como el silencio absolutamente mudo,
cortante,
como el adiós que ella susurró en silencio tenso, 
girando su delgada figura,
ocultando sus ojos celestes,
dejándolo impotente,
solo bajo ese cielo brillante y ardiente.